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Liberación Miofascial

Liberación miofascial.



La liberación miofascial es una técnica utilizada para tratar las disfunciones del sistema miofascial. Estas disfunciones pueden causar dolor y falta de movilidad.


Es una forma de terapia común de la medicina alternativa presente en muchas escuelas de tratamiento manual como la osteopatía, la fisioterapia, la integración estructural, masaje de tejidos profundos y las cadenas musculares.


La Inducción o liberación miofascial es un método de tratamiento incluido dentro de la Terapia Manual que, aunque va dirigido principalmente a la eliminación de las “restricciones fasciales” o, lo que es lo mismo, la alteración de la movilidad del tejido miofascial, aborda directa e indirectamente problemas que afectan a otras estructuras corporales (alteraciones en la movilidad articular, compresiones y problemas de tensión en el tejido neural, contractura muscular, por mencionar algunos casos.) debido a la estrecha conexión que tiene con ellas


¿Qué es la fascia?



La fascia es un tejido formado principalmente por colágeno (proteína que aporta al tejido fascial la capacidad de resistencia y protección frente a estiramientos excesivos), elastina (proteína que le dota de elasticidad en las zonas requeridas como tendones, piel, arterias, entre otras), y gel compuesto por polisacáridos (cuya función principal es rellenar el espacio entre las fibras).


La fascia tiene un aspecto membranoso, que en zonas donde debe ser más resistente frente a los movimientos, como la zona lumbar, tiene un espesor mucho mayor y un color blanquecino.


Es el tejido que forma el recubrimiento de las vísceras, músculos (recubre el músculo en su conjunto, los haces musculares y también, cada fibra muscular), nervios, vasos sanguíneos y linfáticos. El tejido fascial da lugar a tendones, ligamentos, cápsulas articulares y meninges.


La fascia, de manera continua, ininterrumpida, conecta todas estas estructuras, a la vez que las separa y protege de impactos mecánicos externos e internos, ejerciendo una función amortiguadora . Este mismo tejido es el que forma las adherencias y cicatrices.


¿Cómo puede aparecer una “restricción” fascial?


Al sufrir algún acontecimiento traumático; como caídas, golpes, intervenciones quirúrgicas, vicios posturales, microtraumatismos por sobrecargas repetitivas, o situaciones de estrés.


Consecuencias en el organismo.


La fascia es capaz de adaptarse a fuerzas tanto externas como internas, se estira y se acorta según los requerimientos del organismo. El colágeno puede alinearse y acomodarse en función de la dirección de la tensión a la que esté sometido, formando líneas de tensión.


Por ejemplo, si esto sucede en los tendones, puede ser funcional y adaptativo, el tendón aumentará su resistencia. Pero puede ocurrir que estas líneas tensionales de tejido más denso (entrecruzamientos patológicos entre las fibras de colágeno) y resistente al estiramiento, se formen en zonas y direcciones que no acompañen a la dinámica natural del cuerpo (por ejemplo, limitando el estiramiento de los tejidos para que podamos elevar completamente el brazo).


Además del dolor, en la mayoría de los casos se observa una alteración de la longitud y del tono muscular, y en ocasiones no sólo en los músculos responsables del problema, sino también en sus antagonistas. Así, es más que probable que tras una buena exploración de los músculos afectados, se localicen a la palpación bandas tensas como reflejo de la alteración en la contracción muscular.


Incluidos en estas bandas tensas, existen zonas o puntos en las que el tejido se percibe más engrosado y resulta más doloroso que el resto de la banda tensa. Estos puntos son los llamados puntos gatillo miofasciales (PGM), que suelen provocar un dolor referido hacia otras estructuras, y que si reproducen los síntomas del paciente, probablemente sean los responsables de su problema.




Etiología de los PGM.


No existe una etiología aceptada mayoritariamente para explicar el fenómeno de los puntos gatillo. No obstante, hoy en día se trabaja para verificar la hipótesis integrada, por la cual un PGM presentaría múltiples fibras musculares con placas motoras que liberan un exceso de acetilcolina, lo cual se traduce en un acortamiento regional de las sarcómeras.


Signos y síntomas.


Los signos más evidentes en la presencia de PGM se perciben a la palpación. El músculo en cuestión se muestra más tenso de lo normal, y es frecuente detectar una reacción de espasmo local (REL) al estimular las fibras musculares alteradas. A través de electromiografía, se ha observado que el PGM muestra actividad eléctrica de forma espontánea y aumentada, incluso sin haber contracción.


En cuanto a la sintomatología de los PGM, esta es muy diversa, y se caracteriza por el dolor y la alteración de la función muscular.


El dolor es un dolor puntual y profundo, que aumenta con la presión, el estiramiento y la contracción máxima del músculo, y que se refiere a otros músculos o estructuras corporales en caso de que el PGM esté activado. También puede producir sensación de disestesia o pesadez.

La alteración de la función se evidencia por una limitación de la movilidad, debilidad en la contracción, mayor fatigabilidad, espasmos y fasciculaciones musculares, etc.


Tratamiento Conservador.


Además del tratamiento fisioterápico invasivo, como se puede considerar la punción seca, existen técnicas conservadoras para el tratamiento de los puntos gatillo y el dolor miofascial. Por lo general, estas terapias conservadoras suelen utilizarse en forma de protocolos combinados, con el fin de aumentar su eficacia.


Estas técnicas deben ser siempre el tratamiento de elección y preceder a las técnicas invasivas, si bien es cierto que los resultados no suelen ser tan eficaces, o al menos requieren un mayor tiempo de tratamiento y un mayor número de sesiones. Sin embargo, son imprescindibles, sobre todo en casos de personas con miedo insuperable a las agujas.


Algunas de las técnicas conservadoras para el tratamiento de los puntos gatillo y el dolor miofascial son:


  1. Estiramientos y autoestiramientos analíticos. Son una de las técnicas más utilizadas, y también más complejas. Los estiramientos analíticos tratan de normalizar la longitud muscular, y pueden ser muy efectivas si actúan preferentemente sobre el cuerpo muscular.

  2. Estiramientos con spray frío. La aplicación de frío en el músculo a estirar, a través de un spray refrigerante, disminuye la sensación dolorosa que puede provocar el estiramiento. Según la Dra. Travell, que ideó el método: “el estiramiento es la acción y el frío la distracción”.

  3. Técnicas de compresión. Consiste en la liberación por presión del PGM, siempre trabajando por debajo del umbral de dolor. Existen varias técnicas de este tipo, que varían fundamentalmente en el tiempo de compresión y en el número de repeticiones.

  4. Técnicas de relajación postisométrica. Buscan la liberación del PGM mediante técnicas de relajación postisométrica o inhibición recíproca. Las más conocidas son las técnicas de energía muscular de Mitchell, la técnica de relajación postisométrica de Lewitt, o las técnicas de FNP.

  5. Otras técnicas. Para el tratamiento del dolor mioascial y de los puntos gatillo se suelen emplear también diferentes formas de masoterapia, termoterapia, técnicas inhibitorias (tensión-contratensión de Jones), y técnicas instrumentales (ultrasonidos, electroterapia, laser, etc.).

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